Reflexiones

Egipto, 2006.

La vida son retos.

Al menos la mía, mi personalidad, la de un eterno insatisfecho, adicto a la motivación, adicto a los grandes retos, cuanto más difícil mejor, siempre buscando el trabajo perfecto, la vida perfecta, la mujer perfecta, sin encontrar ninguno, siempre persiguiendo un ideal, una visión en mi mente imaginaria, un sueño. Lo que me lleva a preguntarme, qué son, concretamente, qué busco?, cuál es el trabajo que quiero, la vida que quiero, la mujer que quiero? Si lo supiera, si tuviera claro qué es lo que quiero, supongo que a estas alturas ya lo tendría, que es el hecho de no saber lo que quiero lo que me lleva a pasar el tiempo comprobando cómo cada meta que alcanzo, y se materializa por tanto en algo real, se vuelve instantáneamente imperfecta, conocida, limitada.


El estoicismo es un lujo.

Solo cuando tienes todo en orden te puedes permitir una mala racha, cuando tu pirámide de Maslow es sólida sabes que cuando un nivel se tambalea el resto mantendrán la estructura estable, que una mala noticia no es tan mala si sabes que saldrás adelante, construiste tu castillo y te tomaste tu tiempo en levantar gruesos muros que aguantasen el envite de ataques y tormentas, y que incluso cuando los eventos vienen muy seguidos, tus muros que son fuertes aguantarán, lo cuál no te lleva a desarrollar tu capacidad de aguante estoico, no (este solo se debe a lo sólidos y estables que construiste tus muros), esto te lleva a desarrollar y cultivar tu paciencia, a poder dormir tranquilo cuando todo a tu alrededor son problemas, y eso está bien cuando te lo puedes permitir.

 

El deseo conlleva sufrimiento.

Aunque pueda ser más o menos “estoico” o resiliente, persistente, trabajador, o tenaz, aunque tenga muchas habilidades y toda la suerte de mi lado, aunque sea afortunado por haber nacido con salud y libertad, aunque en este momento aún me encuentre levantando los muros de mi castillo para que sean altos y fuertes, tanto que me permitan poder pasar el invierno caliente y llevar una vida pacífica, aunque sea totalmente consciente de que levantar mis muros es lo que ahora me ocupa y que distraerme de la tarea solo va a retresar lo que es en realidad urgente, siento deseos y por un instante me hacen perder el enfoque.


El futuro está cada vez más cerca.

Nada está bajo control, ninguno de mis planes originales funcionó, y veo cómo a mi al rededor hombres de mi edad son padres de familia, mientras que yo actualmente no tengo ni novia, y siento como si cada vez me quedara menos tiempo, y me siento solo, y soy consciente de que existe una posibilidad muy alta de llegar tarde a la fiesta.


Las grandes experiencias y las cápsulas vacías.

Si no escojo una vida intensa, esa de carpe diem, una vida de aventuras: el camino de la incertidumbre, ¿porqué tampoco encuentro el equilibrio en la vida sedentaria y acomodada? A veces pienso en mis sueños de la juventud, esos que no estaban influenciados por temas como la seguridad, las hipotecas, los impuestos o la jubliación, esos que estaban relacionados con las religiones del mundo, los bosques, las junglas, los templos perdidos, el Himalaya, el induísmo, los animales salvajes, África, la selva, la fotografía a lo National Geographic, las mujeres, el encuentro, la adrenalina, el descubrimiento, el aprendizaje, los viajes. Me veo a mí mismo en una etapa de aceptación de una situación de letargo, dedicando mi vida a cosas - que si bien me estimulan y mantienen motivado dentro de un entorno de seguridad económica, social, etc…- son en realidad proyectos que ocupan un tiempo de mi vida precioso, proyectos que son como “cápsulas de tiempo vacías de vida” que ocupan años de mi existencia sin llevarme absolutamente a nada.


Siento como si perseguir sueños profesionales en la moda o satisfacer deseos primarios con algunas mujeres - que en realidad no me hacen ni caso -, o mantener un trabajo por que sí, se convierten en una vida perdida. Creo que en cierto modo, podría llegar a arrepentirme de haberme pasado años y años luchando por un trabajo que es en realidad una estupidez, o por conseguir acostarme con mujeres que en realidad no me satisfacen, ni serán nunca las madres de mis hijos.


Tengo tiempo suficiente.

Sé que aún estoy a tiempo de todo, en mi ciudad no están cayendo bombas, tengo cuarenta años, podría decirse que aún me queda media vida por delante, tiempo suficiente para conseguir un trabajo guay, para encontrar una mujer guay, para ser artista, para ser aventurero, para cualquier cosa que me proponga, literalmente. Me pregunto si realmente mis acciones me llevan hacia la persona que quiero ser, o si solo camino deshidratado por un desierto rumbo a un oasis que es en realidad un espejismo en el horizonte, tras el cuál no hay palmeras, ni agua, ni dátiles, ni voluptuosas bailarinas con caderas perfectas y ojos rasgados, sino solo arena, mucha arena y nada más que arena, y tengo miedo de estar equivocándome.

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